Ha pasado un mes desde que Juan Esteban Valderrama García, un niño de apenas 12 años, fue asesinado en Neiva, y su familia sigue esperando justicia. El dolor, lejos de disminuir, se ha transformado en miedo: sus padres aseguran sentirse amenazados, mientras la investigación aún no ofrece resultados concretos.
Maryury García, madre del menor, habló por primera vez desde que fue dada de alta de la clínica Medilaser, donde permaneció hospitalizada tras recibir dos impactos de bala durante el mismo ataque que acabó con la vida de su hijo. Su testimonio revela el horror de aquella noche del 2 de mayo y las profundas heridas que dejó en su cuerpo y en su alma.
“El sicario lo atacó a él primero. Lo cogió a tiros sin piedad”, recordó entre lágrimas. Juan Esteban conducía la motocicleta en la que regresaban a casa, cuando fueron interceptados por un hombre armado cerca de la quebrada contigua a la gruta de la Virgen del Carmen. Según la madre, el atacante disparó sin previo aviso y luego recargó su arma. “Me apuntó a la cabeza, pero alcancé a cubrirme con las manos. Aun herida, le rogaba que no lo hiciera, pero no escuchó. Mi hija mayor estaba al teléfono y escuchó todo”, relató con la voz quebrada.
Aunque una persona en motocicleta se acercó minutos después, el agresor se alejó caminando sin apresurarse, como si no temiera consecuencias. Para Maryury, la intención era clara: eliminarlos a ambos. Lo que la salvó, cree, fue la llegada del testigo en moto, que interrumpió el ataque.
Mientras Juan Esteban agonizaba, su madre trataba desesperadamente de mantenerlo con vida. “Yo le decía que no me dejara sola, que aguantara… pero no lo logró. Lo llevaron en moto al CAIMI, pero era demasiado tarde”.
Hoy, Maryury no solo debe enfrentar la pérdida de su hijo, sino también el temor por su seguridad. Asegura que personas extrañas han estado merodeando su casa, haciendo preguntas y generando un ambiente de constante zozobra. “Hemos visto movimientos extraños. Tememos por nuestras vidas. Y lo peor es que aún no hay capturados”, afirmó.
También denunció que el proceso judicial no ha mostrado avances visibles y que la familia ha recibido poca información oficial. “Nos dicen que hay pistas, pero nada concreto. Nos piden esperar, pero mientras tanto vivimos con miedo”, aseguró.
La historia también pesa sobre Yesid Valderrama, padre de Juan Esteban, quien aún lucha por comprender lo ocurrido. Reconoce que la teoría más fuerte que manejan las autoridades se relaciona con la recuperación de una motocicleta robada ese mismo día, en la que él intercedió para devolverla. “No hubo ninguna disputa por tierras ni nada por el estilo. Es falso. Lo que se sabe es eso de la moto, y si fue por eso, no tiene sentido que pagara mi hijo”, sostuvo.
Para él, el monto de la recompensa —10 millones de pesos— ha resultado insuficiente para incentivar a posibles testigos. “No se ha logrado nada con eso. ¿Cómo puede valer tan poco la vida de un niño?”, cuestionó.
Ante esta crítica, el secretario de Gobierno municipal, José Ferney Ducuara, defendió el proceso, asegurando que las recompensas no se fijan arbitrariamente, sino mediante un protocolo técnico. “Ya hemos obtenido información importante gracias a esa oferta. Este es un caso reciente que requiere un proceso minucioso, con pruebas sólidas para que la captura no se caiga ante un juez”, explicó.
Pero para Maryury, la justicia no puede seguir esperando. Tras tres cirugías y un lento proceso de recuperación, sus fuerzas apenas alcanzan para enfrentar el duelo. Confiesa que su única visita al cementerio terminó en desmayo. “No he podido volver. No soporto verlo ahí. Aún lo siento cerca, como si estuviera jugando o en el colegio. No logro aceptar que se fue”, dijo entre sollozos.
Juan Esteban, según sus padres, era un niño alegre, servicial y amoroso. Su ausencia ha dejado un vacío irreparable. Y mientras no haya respuestas ni responsables, su familia seguirá pidiendo algo tan simple como urgente: justicia.