Redacción Web
Un caso atroz que ha conmocionado a defensores de animales en el Huila fue denunciado por la ONG Protección Canina Mundial, el Periódico La Nación y el activista Deiby Martínez Cortés. Se trata de Muñeca, una perrita callejera que fue víctima de abuso sexual reiterado por parte de un habitante de calle en el corregimiento de Fortalecillas, zona rural de Neiva.
La historia de Muñeca no es solo desgarradora, es una denuncia viva de la violencia silenciosa que muchos animales sufren y que pocas veces sale a la luz. “La mente humana, la mala mente humana, es la que nunca debe predominar. Esa mala mente de abusar sexualmente de un perro, de un animal, es la que nunca debe existir”, afirma con firmeza el periodista Albatros Moro, de La Nación Neiva.
Una víctima de la calle, la ternura y la impunidad
Muñeca nunca tuvo un hogar. Sobrevivía rebuscando comida entre las basuras de Fortalecillas. Su naturaleza dócil y tierna fue la que, tristemente, facilitó que un habitante de calle abusara sexualmente de ella en repetidas ocasiones. La denuncia llegó gracias a Valentina, una joven del sector conocida por ayudar animales abandonados. Ella fue quien la hizo operar y quien más de una vez la rescató tras los ataques.
Según Nidia Vargas, del Centro de Adopción y Protección Animal (CAPA), cada vez que el agresor podía, se la llevaba. La perrita aparecía al día siguiente con signos evidentes de abuso: sangrando, sin poder caminar. El daño emocional era igual de profundo. Cuando llegó al refugio, Muñeca se mostraba extremadamente temerosa, especialmente con los hombres. “Se poposeaba del miedo, se orinaba, temblaba. Le corría a los hombres, no permitía que ninguno se le acercara”.
Los hechos fueron conocidos por la comunidad, pero el agresor nunca fue judicializado. No hubo evidencia directa para una denuncia formal: no había videos, fotos ni un acto captado en flagrancia. Solo las condiciones en que quedaba Muñeca, los testimonios de quienes la vieron y los informes veterinarios que confirmaron que había sido violentada sexualmente.
El agresor sigue merodeando por la zona, según indica doña Nidia. “Es una persona conocida por ese tipo de comportamientos. Muy seguramente hay más animales en peligro. Valentina sigue intentando rescatar a los que puede, operarlos, buscarles hogares. Pero no se da abasto”.

Dos años después, una nueva vida… pero las heridas persisten
Muñeca lleva ya dos años en CAPA. Aunque su cuerpo sanó y su confianza poco a poco se ha restaurado, la sombra del horror que vivió no se borra fácilmente. Hoy duerme tranquila, come bien, se ha integrado con otros perros del refugio. Pero la historia que carga consigo debe convertirse en una alarma pública.
La indiferencia también es violencia
“El problema no es solo el agresor. Es la indiferencia. Hay gente que puede ver un perro en los huesos y no hace nada. Ni se inmutan porque no es su problema”, asegura Nidia.
Para Deiby Martínez Cortés, fundador de Protección Canina Mundial, este caso no puede pasar desapercibido.
“Muñeca vivió un infierno que ningún ser vivo debería conocer. El abuso sexual hacia los animales es un crimen que debe dejar de ser invisible. Exigimos que se legisle, que se investigue y que se castigue”.
Desde el periódico La Nación y la ONG Protección Canina Mundial, se eleva un llamado urgente a las autoridades judiciales y ambientales para que este tipo de delitos no sigan en la impunidad. Es necesario fortalecer los mecanismos de denuncia y proteger a los animales vulnerables, especialmente aquellos que viven en las calles y que hoy no tienen voz.
Muñeca sobrevivió. Pero mientras el agresor siga suelto, muchas más podrían estar viviendo lo mismo. ¿Vamos a permitirlo?